Relato: El chico que entendía a las máquinas

16.01.24 | By Jesús Cárdenas
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Esta entrada marca el comienzo de una serie de relatos que abordarán, en un tono fantasioso, historias vinculadas a la programación. El objetivo principal es simplificar conceptos complejos a través de cautivadoras narrativas de ciencia ficción, proporcionando así una experiencia entretenida y educativa.

El chico que entendía a las máquinas

Harold nunca había salido de su pueblo, Villa Aurora, un lugar pequeño donde la tecnología aún no estaba muy presente. Con el tiempo, el pueblo comenzó a modernizarse y actualizarse. Recientemente, habían instalado una máquina expendedora de refrescos, un cajero automático de un banco y, sobre todo, máquinas de videojuegos. Aunque estos dispositivos eran familiares para todos en la ciudad cercana, en Villa Aurora eran algo completamente nuevo.

Ese año, gracias al nuevo trabajo de su padre, Harold y su familia decidieron emprender un viaje fuera del país. Harold desconocía el destino, ya que su padre solo le había mencionado que era un lugar magnífico. Después de varias semanas, llegó el día del viaje. La familia de Harold emprendió un largo viaje en avión, una experiencia completamente nueva para él. Pasaron por diversos paisajes, desde el mar hasta la nieve, hasta que finalmente llegaron a su destino. Exhaustos por el viaje, se encontraron en un enorme hotel que dejó boquiabierto al curioso Harold.

Después de descansar, Harold recordó que había visto una máquina expendedora de refrescos en la entrada. Se acercó a su padre y le pidió permiso para aprender a usarla, pensando en llevarse esa habilidad a su pueblo. Su padre estuvo de acuerdo, y Harold se dirigió a la máquina sin embargo, olvidó llevar monedas y se dio cuenta justo cuando estaba frente a la máquina. En ese momento, notó que las instrucciones estaban en un idioma que no conocía. Decepcionado, exclamó en voz alta: "¡Quiero un refresco!" con frustración. Misteriosamente, la máquina dispensó un refresco. Sorprendido, Harold pensó que fue suerte, pero luego, en un arrebato, pidió todos los refrescos. La máquina tembló y arrojó uno por uno todos los refrescos que contenía.

Asustado, Harold regresó rápidamente a la habitación de sus padres y se encerró en el baño. Su madre, preocupada, le preguntó qué sucedía, a lo que él, asustado, respondió: ¡Nada! Me duele el estómago. En el baño, Harold pensó: "Esto no puede ser real. Si lo fuera, no puedo decir nada; me llevarán a algún laboratorio para hacer pruebas o algo peor. He leído suficientes cómics como para saber que esto no terminaría bien".

Esa noche, Harold se fue a dormir pensando en las posibilidades de tener ese "superpoder" y qué significaría. Al día siguiente, su padre llevó a la familia a un zoológico. Aunque Harold disfrutó mucho, seguía rondándole lo sucedido el día anterior. En el zoológico, notó un cajero automático de un banco muy conocido. Ideando posibilidades, esperó el momento en que sus padres se entretuvieron con los leones, se escabulló hacia el cajero y le dijo: "Quiero 100 billetes". El cajero instantáneamente le entregó los billetes. Impresionado, Harold pensó en cuán lejos podría llegar y le pidió nuevamente, después de cinco minutos, "Dame todo tu dinero". Salió corriendo a toda velocidad con sus padres y, a lo lejos, vio cómo, después de cinco minutos, el cajero escupía una cantidad absurda de billetes. Harold no podía creer lo que veía. Sorprendido, decidió no usar su nuevo "superpoder" durante el resto del viaje.

Una semana después, volvió a su pueblo. Enseguida, fue a la máquina de videojuegos que normalmente requería dos monedas para jugar. Le ordenó jugar, pero la máquina permaneció inmutable. Sorprendido, fue a una máquina expendedora recién instalada y con voz más fuerte, dijo: "Quiero un poco de comida chatarra". La máquina no respondió. Harold pensó: Perdí mi superpoder. En ese momento, fue hacia un amigo y le contó todo. Su amigo, en tono burlón, le dijo que las máquinas en el país que visitó entendían lo que les decía porque hablaban otro lenguaje en nuestro pueblo, seguro hablan otro idioma, por eso no te entienden. Aunque era una burla, la idea quedó dando vueltas en la mente de Harold.

Explicación

Al igual que Harold, descubrirás que las máquinas que nos rodean responden a diversos lenguajes, cada uno con sus propias características y funciones. Así como en la historia de Harold, donde las palabras mágicas le abrieron las puertas a un nuevo universo, los lenguajes de programación te permitirán comunicarte con las máquinas de una manera única.

En este vasto reino digital, el HTML, JavaScript y CSS son como las herramientas básicas que te permitirán esculpir las páginas web a tu antojo. Pero la magia no se detiene allí; hay lenguajes más avanzados como C++, Python y muchos otros, cada uno con sus habilidades especiales. Al aprender estos lenguajes, podrás dar vida a sistemas complejos, crear aplicaciones innovadoras y enfrentarte a desafíos tecnológicos emocionantes.

Así que, al sumergirte en el aprendizaje de la programación, no solo adquieres conocimientos sobre códigos y algoritmos, sino que también descubres el poder de transformar ideas en realidad. Te invito a explorar este universo donde tu creatividad y habilidades se fusionarán para dar forma a un futuro digital emocionante. ¡Que este texto sea el inicio de tu viaje hacia el apasionante mundo de la programación!

Nota
Este relato se inspira en el libro Relatos cortos para entender la programación de Gabriel Orozco Frutos. La trama y los conceptos presentados aquí son una interpretación y paráfrasis creativa de las ideas contenidas en la obra mencionada. Cualquier similitud con el contenido original es intencional y utilizada con fines educativos y de entretenimiento, sin ánimo de infringir derechos de autor.

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